MIÉRCOLES 24
DE ABRIL



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Mensaje Cuaresmal del Obispado de Chascomús

La Parroquia Nuestra Señora de los Dolores, hace llegar a toda la comunidad, el mensaje Cuaresmal del Obispo Diocesano Monseñor Carlos H. Malfa, para toda la Diócesis de Chascomús.


“Borra mi culpa… crea en mí un corazón puro… devuélveme la alegría de tu salvación”.

Así rezamos con el Salmo 50, llamado el Miserere y atribuido a David. Con sinceridad de corazón nos reconocemos pecadores, mostramos nuestro arrepentimiento, pedimos humildemente a Dios que nos perdone y nos ayude a renovar nuestra vida, liberándonos de nuestro egoísmo, con la alegría de vivir “no ya para nosotros mismos, sino para Él y, con Él, para los demás” (Deus caritas est 33).

Al recibir en la frente el signo austero de la ceniza, mientras se nos dijo: “Conviértete y cree en el Evangelio” o “Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”, entramos en la Cuaresma y caminamos hacia la Pascua de Jesús.

La imposición de la ceniza no es un mero ritual sino un llamado profundo que toca nuestra corazón “rasgad los corazones, no las vestiduras” (Joel 2,13), el gesto exterior desencadena la sinceridad del alma y la coherencia de las obras.

Con los ojos fijos en Jesús emprendemos una peregrinación personal y comunitaria hecha de conversión y renovación espiritual que nos llama decididamente a la santidad, y así “restaurar nuestro rostro y nuestro corazón de cristianos […] para poder vivir toda la riqueza de la gracia del misterio pascual” (Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma de 2019, nro. 3). Seguimos las huellas de nuestro Señor y Maestro y unidos a Él asumimos el combate contra el espíritu del mal en este tiempo de gracia.

Iniciamos el itinerario cuaresmal con el relato de las tentaciones de Jesús en el desierto, San Lucas nos narra que Jesús luego de haber sido bautizado por Juan “lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo” (Lc 4, 1-2).

Dios envió a su Hijo al mundo para liberarnos del dominio de Satanás “origen y causa de todo pecado”. Vino en nuestra carne mortal y se hizo víctima de expiación, muriendo por nosotros en la cruz. El Evangelio de las tentaciones nos muestra cómo Jesús se deja tentar por Satanás, el antiguo enemigo, el adversario que desde el principio se opone con todas sus fuerzas al designio salvador de Dios.

Comenta San León Magno que “el Señor quiso sufrir el ataque del tentador para defendernos con su ayuda y para instruirnos con su ejemplo”.



Y enseña San Agustín que Jesús tomó de nosotros las tentaciones, para donarnos su victoria.

Queridos hermanos y hermanas: He pensado y considerado en la Presencia del Señor que será de gran provecho espiritual que en este primer Domingo de Cuaresma, donde la Palabra de Dios nos invita a poner la mirada en el triunfo de Jesús sobre el Maligno y sus tentaciones, autorizar a todos los sacerdotes a rezar por “esta única vez”, luego de la oración post comunión, la oración del Exorcismo del Papa León XIII que adjunto a esta carta.

Así como entonces el poder de la Palabra de Nuestro Señor derrotó al Maligno y venció sus tentaciones, nosotros, hoy, apelamos a la misma eficacia del poder de Nuestro Señor en Su Palabra y en la oración de Su Iglesia, a fin de alejar y expulsar al espíritu del mal y sus tentaciones para recibir el consuelo y la fortaleza que Dios nos ofrece.

No olvidemos que la mayor astucia del padre de la mentira es hacernos creer que no existe y encandilarnos con la seducción del mal bajo la apariencia del bien.

Jesús manifestó su obra de salvación de muchas maneras, una de ellas fue expulsando a Satanás y a otros demonios por su propia autoridad (Mt 12, 27-29; Lc 11, 19-20).

La Iglesia recibió de Cristo este poder de expulsar a los demonios ya desde la época apostólica (cf. Hech 5,16; 8,7; 16,18; 19,12). Ora en el nombre de Jesús para ser ella misma liberada del Maligno (cf. Mt 6,13) y manda a los demonios que no impidan la misión evangelizadora (cf. 1Tes 2,18).

Así con el poder recibido de Cristo la Iglesia suplica a Dios que ayude a nuestra debilidad (cf. Rom 8, 26) a fin de rechazar a los demonios para que no dañen al Pueblo de Dios y pueda mantenerse fiel; elegir siempre libremente el camino del Bien; vivir en la Verdad que lo libera de la mentira y la confusión; y en el Amor a Dios y al prójimo extendiendo el Reino y su justicia.

María Santísima nos acompaña en nuestro camino cuaresmal y nos sostiene cuando pedimos para todos “no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal”. Amén.

Espiritualmente unido, los abrazo y bendigo de corazón en Cristo y María Santísima.





Carlos H. Malfa

Obispo de Chascomús



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